sábado, 19 de abril de 2008

La decisión más difícil: El hombre que salvó al mundo.

Stanislav Petrov

La época de la Guerra Fría fue un tiempo en el que la amenaza de la guerra nuclear se cernía sobre el mundo entero. Los Estados Unidos y la Unión soviética tenían miles de misiles nucleares apuntando el uno al otro, listos a ser lanzados a la más mínima sospecha de que el otro hubiera iniciado el ataque en su contra.

Es la creencia popular de que fue en 1962, durante la crisis de los misiles en Cuba, que el mundo estuvo más cerca de que la pesadilla de un intercambio nuclear se hiciera realidad. Pero fue en una fría noche del 26 de Septiembre de 1983, que la decisión de iniciar la Tercera Guerra Mundial recayó sobre los hombros de Stanislav Yevgrafovich Petrov, Teniente Coronel de las Fuerzas Estratégicas de Misiles de Rusia.

Destacado en el búnker Serpukhov-15, cerca de Moscú, era su responsabilidad monitorear los sistemas de satélite que prevendrían en caso de un ataque nuclear por parte de los Estados Unidos en contra de Rusia. En caso de que esto ocurriera, la estrategia de la Unión Soviética era lanzar todos sus misiles nucleares al instante, como parte de la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada.

Destrucción Mutua Asegurada

Hacia las 00:40 hrs., el sistema emitió una alarma, anunciando que un misil nuclear intercontinental de Estados Unidos se dirigía a la Unión Soviética. Petrov desestimó esta alarma, ya que el sistema había presentado fallas con anterioridad, y en el caso de un verdadero ataque nuclear, los Estados Unidos lanzarían más de un misil al mismo tiempo.

Pero poco después la alarma volvía a sonar, advirtiendo de un segundo misil en ruta, seguido de un tercero, cuarto y quinto. La tensión en el búnker era patente: los radares de tierra soviéticos no podían detectar nada más allá del horizonte, y para cuando hubiera confirmación de los misiles sería demasiado tarde para lanzar un contraataque.

Contraataque Soviético

Si Petrov ignoraba las alarmas y el ataque en verdad estaba sucediendo, millones de sus compatriotas morirían aniquilados por explosiones nucleares, sin que pudieran contraatacar. Pero si las alarmas eran falsas, como sospechaba, y lo reportaba como auténtico a sus superiores, estos podrían entrar en pánico y ordenar un verdadero ataque nuclear contra los Estados Unidos y sus aliados en Europa, condenando a millones de personas inocentes a morir de igual forma.

En los meses anteriores, las relaciones entre los EUA y la URSS se habían deteriorado mucho: La invasión a Granada, junto con la retórica del entonces presidente Ronald Reagan, refiriéndose a la URSS como un “imperio maligno” contribuyeron a esto. El reciente derribo de un avión coreano que había entrado en el espacio aéreo soviético había enfriado aún más el ambiente; los 269 pasajeros, incluidos varios estadounidenses, habían perecido. A consecuencia de esto, los soviéticos esperaban pronto algún tipo de respuesta por parte de los Estados Unidos, llegando incluso a temer que empezara una posible guerra nuclear.

Las pantallas de las computadoras brillaban con advertencias. Sus subordinados estaban en estado de shock, incapaces de pensar ante la crisis que enfrentaban. Los altos mandos habían sido alertados de manera automática, esperando la confirmación del ataque por parte del Teniente Coronel. Tomando una difícil decisión, Petrov se dijo que no era posible que los Estados Unidos hubiera iniciado un ataque. Su entrenamiento le decía que, de ser así, no lanzarían solo cinco misiles contra toda la Unión Soviética. Su intuición le indicaba que el sistema debía estar equivocado.

Petrov reportó el incidente como una falsa alarma, y empezó la espera más larga en su vida, temiendo la confirmación de los radares de tierra del ataque y los reportes de radio de las ciudades devastadas por bombas nucleares.

El tiempo pasó, y sus temores no se realizaron. No había ninguna alarma en todo el territorio soviético, los radares no detectaban nada en los despejados cielos de Rusia.

Stanislav Petrov había salvado al mundo de una guerra nuclear.

Como él relata: “Cuando todo acabo, me tomé medio litro de vodka como si fuera un solo vaso, y después dormí por 28 horas.”

Pero al oficial no le dieron medallas ni honores por su actuación. De hecho, el incidente había puesto de manifiesto varias fallas en el sistema, que hacían ver mal a sus superiores. Fue interrogado sin piedad, debido a que había fallado en seguir el procedimiento ante tales circunstancias, lo que habría sido desastroso si el ataque hubiera sido real. Por esto, ya no le consideraban confiable para su puesto, y fue transferido a un comando de menor responsabilidad, donde permaneció hasta que se retiró varios años después, para vivir casi en la pobreza.

El incidente no se hizo público hasta 1998, cuando el General Yury Votintsev lo relató en sus memorias. Aún así, Petrov no fue reconocido por su decisión sino hasta el 2004, cuando la Asociación de Ciudadanos del Mundo le entregó un reconocimiento y $ 1,000 dólares. Desde entonces su historia ha sido repetida con más frecuencia en diversos medios alrededor del mundo.

Un último detalle: Petrov no estaba contemplado para estar de guardia esa noche. La casualidad quiso que fuera él, y no otra persona, quien tomara la decisión más importante en la historia del mundo. Otro oficial hubiera podido reaccionar diferente, con lo cual cientos de millones de personas no estarían vivas en este momento. Pero gracias a su valentía y calma ante las circunstancias, el mundo no debió enfrentar el horror del holocausto nuclear.

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