viernes, 1 de mayo de 2009

El Vampiro de Neptuno: El Hombre Ωmega

Ni Charlton Heston puede salvarnos.

Ha pasado una semana. Una semana desde que la epidemia fue identificada en la capital.

Los reportes indican que se ha extendido al resto del mundo. Las ciudades se encuentran vacías, los sobrevivientes se encuentran atrincherados en sus casas, aventurándose al exterior solo para conseguir comida para llevar o películas de Blockbuster.

El Presidente ha aparecido en televisión. Mientras decía sus mentiras se podía ver en sus ojos un gran temor, un miedo de animal acorralado, sin ninguna ruta de escape. Porque al virus no le importa que título tengas antes de tu nombre, si eres rico o pobre, o si prefieres ver Televisa o TV Azteca. Casi me da lástima. Casi.

L-U-N-A. Eso deletrea que estamos perdidos.

Más noticias en la tele: Nueva York está infectado. Londres también. Corea del Sur igual, a pesar de que ahí usan los tapabocas hasta para comer y apagan los ventiladores en la noche para que no les roben el oxígeno. Y con lo que me gustaban sus telenovelas.

La civilización ha colapsado. Y todo porque dejamos de hacerle caso a nuestras madres en cuanto a lavarnos bien las manos. Por eso tecleo usando cinco guantes de látex y encima dos mitones de lana. Ni siquiera los vampiros nucleares como yo somos inmunes.

Este hombre sabe que hacer. Haz lo que él diga.

Duermo con un ojo abierto y el otro también. El virus espera el momento en que más te descuidas para agarrarte y enfermarte. Viaja por el aire, desde su lugar de incubación en las axilas de los puercos del mismo Sátanas hasta el interior de nuestros pobres cuerpos debilitados por la contaminación y la falta de siestas.

Por eso tomo tres cuartos de vodka cada día. El alcohol purifica mis entrañas, me mantiene alerta, evita que el virus clave sus garras en mis pulmones casi marchitos por la falta de ejercicio y aire puro. Si pudiera inyectarlo en vez de beberlo sería mejor, pero la última vez que lo intenté, desperté a diez kilómetros de la ciudad, en medio del monte, desnudo y cubierto con una materia pegajosa que sabía a detergente de limón.

Tengo provisiones para dos meses. Al diablo con los hippies anti-globalización: solo en Sam's Club podría haber comprado treinta kilos de arroz blanco, doscientas sopas instántaneas y un tinaco lleno de agua pura destilada por la Coca-Cola Company. Y todo por cien pesos.

No le di propina al cerillo porque no tenía cambio.

Estuve tentado a aprovechar la oferta de productos de carne de cerdo, pero me contuve. Puede que el virus este acechando en las profundidades de un paquete de salchichas de viena marca Duby. Ni siquiera la mostaza podría matarlo; solo lo haría más fuerte, más rápido, más letal.

La tormenta ha llegado, y la única manera de sobrevivirla es en la seguridad de tu hogar. A la primera señal de disturbios, iré corriendo al bunker que he excavado en el patio, y cerraré la puerta. No importa lo que oiga, no abriré a nadie. En especial a los testigos de Jehová.

Cuando salga, de seguro seré el último hombre sobre la tierra. Me declararé Emperador absoluto del mundo; Señor de las moscas, las ratas y las cucharachas gigantes de ojos azules.

Lo único que me perturba son los sueños: un hombre de negro corre a través del desierto, y Clint Eastwood le persigue.

En este universo, las rosas cantan Reggaeton.

¿Será el primer síntoma? ¿Estaré condenado, antes de siquiera empezar a pelear?

Por eso guardo una pistola con una bala para mí. Que me condenen si creen que voy a ir al hospital y tomar medicinas cuando ya se acerca el 5 de mayo. Me la pasaría sin poder beber nada de alcohol.

Ese sí sería un destino peor que la muerte.

Referencias:
The Omega Man.
28 Días Después.
The Stand.
Doramas Coreanos.
La Dimensión Desconocida.
The Road.
Monsters.
Lord of the Flies.
ALF.
Night of the Living Dead.
The Dark Tower.

Winchester: La casa de los espíritus.

En el Valle de Santa Clara, en el estado de California, se yergue una de las construcciones más peculiares del mundo, tanto por su arquitectura como por su historia.

El pasado siempre es en blanco y negro.

En 1881, en New Haven, Connecticut, Sarah Winchester visitó a una médium, con la intención de contactar con los espíritus de su hija y de su esposo, quienes habían fallecido en 1866 y ese mismo año, de manera respectiva.

Su esposo era el heredero de la Compañía de Armas Winchester, fabricantes de “El rifle que ganó el Oeste” y que es famoso por su aparición en distintas películas de vaqueros. Era por esa razón, reveló la médium, que una maldición había caído sobre la familia Winchester, reclamando las vidas de su esposo y su hija: las víctimas de las armas fabricadas por ellos clamaban venganza, y si no seguía sus instrucciones, Sarah también moriría en poco tiempo.

La médium le indicó que debía dirigirse al Oeste, y sería llevada por el espíritu de su esposo a un lugar donde debía construir un nuevo hogar, para ella y para los espíritus que la acechaban. Mientras siguiera construyendo la casa, ella viviría.

No quisiera conocer a la araña que hizo eso.

Poseedora de una vasta fortuna y acciones de la compañía heredadas de su esposo, Sarah Winchester comenzó la construcción de su mansión en 1884. Haciendo caso de la advertencia de la médium, el lugar se encontraba en construcción las veinticuatro horas del día. Sarah dirigía a los carpinteros y trabajadores para que construyeran una multitud de cuartos, chimeneas, escaleras y pisos, conforme se le iban ocurriendo y sin seguir ningún plan en específico.

Como resultado, la casa llegó a tener hasta ciento sesenta cuartos, de los cuales cuarenta son alcobas y dos son salones de baile; cuarenta y siete chimeneas, varias de ellas incompletas; escaleras que llevan a ningún lado; puertas que daban al muro exterior y una gran caída; y multitud de detalles asociados con el número trece, como el número de vidrios en una ventana o un candelabro con trece brazos. Solo había dos espejos en todo el lugar, ya que Sarah creía que los fantasmas temían a su propio reflejo. La construcción llegó a ser tan masiva, que se necesitaban 76,000 litros de pintura para cubrirla, y debían empezar a pintarla de nuevo apenas hubieran acabado el trabajo.

La casa ha sobrevivido a dos terremotos, en 1906 y 1989. Como resultado del primer desastre, la casa que antes se erguía hasta siete pisos de alto perdió los tres niveles superiores, junto con varias cúpulas y torres. En los meses siguientes, los trabajadores se ocuparon en reparar la construcción y en seguir expandiéndola.

Los fantasmas no se ven desde el aire.

Sarah Winchester murió el 5 de Septiembre de 1922, a la edad de ochenta y tres años. Su muerte permitió que la casa fuera adquirida por un grupo de inversionistas que la convertirían en una atracción turística. Se han creado varias leyendas acerca de la mansión y su otrora propietaria, de quién se decía usaba cubiertos y platos de oro en cenas para los espirítus de la mansión, pero lo único que se encontró en sus varias cajas fuertes fueron recuerdos de su esposo e hija y cosas sin valor.

Se cree que el fantasma de Sarah ahora acompaña a los muchos espíritus que residen en su antiguo hogar. Si en verdad hay espíritus que residen en ese lugar, o solo fue el resultado de las excentricidades de su propietaria, es un secreto que Sarah Winchester se llevó al morir.

Para saber más:
Winchester Mistery House (página oficial)
Página de USA Mágica