Imaginemos la nación perfecta: La mayoría de la gente estaría de acuerdo en que sería una nación en la que todos pudieran tener un empleo muy bien pagado, que les permitiera rodearse de lujos; incluso que no hubiera impuestos, y aún así el gobierno pudiera proveer a su pueblo con un nivel de vida envidiable para el resto del mundo, otorgando de manera gratuita educación hasta nivel universitario, servicios médicos e incluso viajes al extranjero. Y para hacerlo aún mejor, esta justo al lado del mar, donde podremos ir en cualquier momento a tomarnos una bebida en la playa.
La pequeña isla de Nauru, en el Pacífico Sur, tuvo la oportunidad de experimentar un nivel de prosperidad como ningún país ha podido hasta ahora. La isla contaba con vastas reservas de fosfatos, usados en la agricultura de todo el mundo como fertilizantes.
La isla fue descubierta por balleneros ingleses en 1798, siendo llamada Pleasant Island (Isla Placentera) debido a su agradable clima y a la hospitalidad de los habitantes. La isla fue anexada por los alemanes en 1888, tras lo cual la gobernaron hasta el final de
A partir de 1968, la isla se volvió independiente, y los isleños crearon la “Nauru Phosphate Corp.”, una empresa paraestatal dedicada a la explotación del abundante recurso natural, cuyos dividendos administraba el recién creado gobierno en beneficio de los habitantes de la isla. Esto se tradujo en que los nauruanos tuvieran dinero para dar y regalar: importaban autos deportivos (a pesar de que solo hay una carretera en la isla), llenaban sus casas de caros electrodomésticos y viajaban a la vecina Australia para vacacionar y adquirir más bienes. Si los médicos de la isla no podían tratarlos, eran llevados a Sydney, Australia, con todos los gastos pagados por el gobierno.
Sin embargo, la explotación de los fosfatos estaba destruyendo la ecología de la isla: las máquinas excavaban por doquier, extrayendo los minerales del limitado terreno, derribando árboles, desplazando a los animales nativos y contaminando con los residuos de las excavaciones. Mientras tanto, el gobierno iniciaba una serie de desastrosas inversiones en el extranjero, lo que aunado al derroche de sus habitantes, acabaría por llevarlos a la quiebra.
Para cuando los isleños se dieron cuenta de que estaban en problemas, ya era demasiado tarde: los fosfatos casi se han agotado, el 80% de la isla esta devastado debido a las excavaciones, la corrupción y las malas gestiones les dejaron casi sin dinero; y para colmo, sufren del mayor índice de obesidad y diabetes en el mundo, como resultado de las importaciones de alimentos extranjeros subsidiados por el gobierno.
Ante tales problemas, los nauruanos han tratado de encontrar nuevas fuentes de ingresos: su país se volvió un “paraíso fiscal”, ideal para el lavado de dinero, hasta que protestas de otros países los hicieron emprender reformas. Australia ofreció un acuerdo que haría que los extranjeros buscando asilo en Australia fueran retenidos en la isla hasta resolver su situación legal a cambio de ayuda económica, el cual estuvo en vigor del 2001 al 2007, tras lo cual llegó a su fin.
El ejemplo de la nación de Nauru acaso sea una advertencia acerca de los peligros de confiar la suerte de todo un pueblo a un recurso natural no renovable, de no preocuparse por administrar la riqueza como es debido, de dejarse llevar por la ambición presente sin tener en cuenta el mañana o de cómo no se debe descuidar el medio ambiente que nos rodea. Todas importantes lecciones ha ser tomadas en cuenta por los demás países de este mundo.
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2 comentarios:
ya lo habia leido, salio en Lo que buscas ¿no?
Sí, pero ya aproveché de ponerlo aquí. Mañana un artículo nuevo, estén al pendiente.
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