La Fortaleza de la Soledad
¿Qué clase de monstruo querría ver como un hombre desnudo, desnutrido y encerrado en un cuartito sufre penurias indecibles solo para entretenerse por un rato?
Respuesta: 17 millones de japoneses, que cada Domingo sintonizaban el programa Susunu! Denpa Shōnen de la cadena Nippon Television.
El joven Tomoaki Hamatsu, de 23 años, se había mudado a Tokio tras graduarse de la preparatoria, con el fin de entrar en el negocio del espectáculo. En Enero de 1998, tras responder a un anuncio en el periódico para una audición, se encontró con que el único requisito era ganar una lotería entre todos los aspirantes que se habían presentado.
Tras ser declarado el ganador, le vendaron los ojos y lo trasladaron a un pequeño departamento en una locación desconocida, en cuyo interior solo había un montón de revistas, otro montón de tarjetas postales, un cojín, una mesita, una radio pequeña, un teléfono, varios cuadernos y algunas plumas. No había comida, televisión o papel de baño. Al entrar al lugar, le ordenaron que se desnudara.
Solo le falta un póster de los Pumas, y sería como un estudiante de la UNAM.
Los productores le explicaron las condiciones del reto: no podría salir del cuarto hasta haber ganado un millón de yenes ($10,000 USD) en productos, por medio de concursos que salieran anunciados en la radio o en las revistas, mandando sus datos por medio de las tarjetas postales. Si quería comer, tendría que ganar la comida. Lo mismo si quería usar papel de baño, jabón o cualquier otra cosa que necesitara. Según los productores, querían demostrar que en Japón había tal cantidad de concursos que era posible vivir con lo que uno ganara de ellos.
Nasubi (Berenjena) es un apodo que el aspirante a comediante se ganó en el transcurso del programa, debido a su cara alargada y a que la censura usaba una imagen de una berenjena para ocultar sus partes nobles. El programa empezó a transmitirse casi de inmediato, permitiendo que los tele-videntes japoneses pudieran ver como Nasubi se las arreglaba ante su nueva situación.
Nasubi se puso a trabajar: mandaba entre 3000 y 8000 tarjetas postales por mes, esperando que los premios que ganara le permitieran subsistir. Sin embargo, los premios que ganaba al principio no eran comestibles, ni muy caros. Su primera comida en dos semanas fue un poco de jalea.
Así vivimos todos los hombres cuando somos solteros. Todos.
Pero Nasubi no se rindió, y continúo entrando en los concursos, festejando con gran alegría cuando ganaba. Poco a poco fue obteniendo premios útiles: una gran bolsa de arroz en Febrero (que tuvo que cocinar en una lata con un mechero y comiéndolo con plumas a modo de palillos), una televisión (sin antena o cable en el departamento), un póster de su actriz favorita (Ryoko Hirose), boletos para la película de las Spice Girls (sin comentario), animales de peluche y varios tipos de botanas.
Aún así, no podía cortarse el pelo o las uñas, continuaba desnudo y empezaba a perder peso. En el mes de Mayo, un doctor lo examinó para determinar su estado de salud, y lo encontró satisfactorio.
Para el mes de Junio, el arroz se había acabado, y Nasubi tuvo que comer comida de perro. Para entonces, el show se había vuelto muy popular, y los medios descubrieron el lugar en el que Nasubi se encontraba recluido. Los productores del show tuvieron que trasladarlo en medio de la noche a una nueva locación para evitar que los admiradores y los reporteros interfirieran.
En Julio, la cadena puso a disposición de la gente el video en vivo por Internet del programa. Ahora Nasubi podía ser visto por sus fans las 24 horas del día, lo que despejó las dudas de los que creían que todo era actuado. Podían ver como Nasubi se esforzaba por alcanzar su meta, para la cual ya solo le faltaba menos de la mitad del dinero necesario.
Lata la-la-la lata, latalatalatala.
Durante los meses siguientes, su suerte siguió siendo errática: pasaban días sin que ganara nada, y lo que ganaba era de muy poco valor. El momento más dichoso que tuvo fue cuando pudo salir a la playa, tras estar ocho meses encerrado en el apartamento.
En Octubre, los medios se enteraron otra vez de la locación de Nasubi, y tuvieron que mudarlo a un nuevo lugar. Su suerte mejoró, y ganó una videocasetera para ver los dos videos que tenía: uno de ejercicios y otro de ciclismo. También ganó un Playstation, con el cual se divirtió por unos días, pero luego lo dejó para volver a concentrarse en ganar los concursos.
Nasubi alcanzó la meta en Diciembre, gracias a un paquete de arroz. Durante la noche, uno de los productores lo despertó con fuegos artificiales, y Nasubi se dio cuenta de que había ganado. Le devolvieron su ropa, le dieron de comer y lo llevaron a Corea del Sur en un tour turístico y a que disfrutara de una auténtica barbacoa coreana, su comida favorita.
Pero los tele videntes querían más Nasubi, y la gente del canal no iba a dejar que su programa más popular acabara así como así. Para entonces el show de Nasubi se había convertido en todo un fenómeno en Japón: se hacían comerciales con los videos que lo mostraban con los productos que ganaba, e incluso los diarios que escribía durante su desafío se volvieron éxitos de librería.
Por eso, al finalizar su vuelta por Corea del Sur, los productores lo llevaron a otro apartamento, dejándolo otra vez sin ropa y sin comida, y teniendo que ganar concursos para sobrevivir.
Esta vez había una pequeña gran diferencia: dejaron a Nasubi en Corea del Sur, un país extranjero con una lengua que no conocía. Al menos la meta era más fácil de conseguir: tenía que ganar el monto equivalente a un boleto de vuelta a Japón en clase turista ($400 USD).
Como todos los ganadores de un reality show, en cuanto puede se quita la ropa.
Pronto obtuvo varios premios, a pesar de la barrera del idioma, y los productores movieron la meta: de un boleto en clase turista a clase de negocios, y luego hasta un boleto en primera clase. Todo esto, sin decirle nada a Nasubi, quien empezó a sospechar de que cambiaban las reglas, y pidió que lo dejaran ir, puesto que ya había ganado lo suficiente.
Nasubi fue trasladado de nuevo, llevándolo de vuelta a Japón, y fue puesto en el interior de un cuarto pequeño y oscuro, sin decirle palabra. Acostumbrado a esto, Nasubi se desvistió y espero a que apareciera alguien para explicar cual sería ahora su siguiente desafío.
De repente, las paredes del cuarto cayeron, y Nasubi se encontró ante una audiencia de sus fans en un estudio de televisión. Los conductores del programa lo saludaron y le explicaron que desde el principio, sus sufrimientos y pequeñas victorias habían sido transmitidas a todo el país, y se había vuelto uno de los programas de mayor audiencia. Nasubi ahora era una celebridad, y se sorprendió al saber lo famoso que se había vuelto tras quince meses de aislamiento.
Nasubi dijo que en varias ocasiones se encontró al borde de la desesperación: “Pensé en escapar varias veces... Estaba al final de mis fuerzas, sobre todo hacia al final”. Tras su experiencia, Nasubi decidió dedicarse a la actuación y dejar de ser comediante, apareciendo en programas de televisión (Densha Otoko, Kamen Rider Double) y producciones de teatro.
Ahora, solo queda esperar a que algún ejecutivo de la televisión mexicana quiera repetir el experimento, en vista de como ha habido ya versión nacional de Big Brother, Operación Triunfo y Fear Factor. Tal vez la única diferencia sea que cambien el arroz por frijoles.